Tal y cómo los conocemos en la actualidad, los
trastornos relacionados con el uso de sustancias son relativamente nuevos.
Aunque existen abundantes datos en la historia relacionados con la inadecuada
utilización de diversas sustancias psicotrópicas, la magnitud que ha alcanzado
en los últimos años la problemática en relación al abuso y la dependencia a
drogas y otros comportamientos adictivos, era algo impensable hasta años
recientes. El desconocimiento de muchos de los mecanismos implicados en el
inicio y el mantenimiento de los procesos adictivos, ha tenido gran influencia
en el desarrollo de los tratamientos psicológicos (y también de los
farmacológicos) en conductas adictivas.
En la actualidad las drogodependencias y otros
trastornos adictivos son reconocidos por la ley como enfermedades comunes, de
alta prevalencia, elevado coste personal, familiar y social, en especial en la
franja de edad más productiva de la población (18-35 años).
El devenir de los tratamientos psicológicos en
conductas adictivas ha seguido un camino paralelo al desarrollo de pautas y
hábitos de consumo de la población. Desde las iniciales formulaciones basadas
en los modelos "pseudoterapéuticos" norteamericanos, inicialmente
concebidas para tratar los problemas relacionados con el uso de opiáceos y, los
dispensarios antialcohólicos en psiquiatría, hasta la asunción en la actualidad
de un modelo de atención
multidisciplinar, en el que los problemas derivados del consumo se
entienden y explican desde una vertiente biopsicosocial,
la atención psicológica siempre ha estado presente a pesar de que ahora, se
reivindique desde algunas especialidades "la exclusividad
asistencial" para el tratamiento de los trastornos adictivos.
La mayoría de las personas que sufren problemas
adictivos no reciben ayuda alguna, sin embargo, las pruebas demuestran
claramente que las que reciben ciertas
formas de tratamiento reducen su consumo de sustancias psicoactivas y mejoran
otros aspectos de su vida. En general, los tratamientos producen mejores resultados cuando se tratan los problemas
adicionales del individuo. Además de disminuir (o eliminar) el uso de
sustancias, los objetivos de los tratamientos se dirigen a procurar que los individuos vuelvan a funcionar
productivamente dentro de la familia, el trabajo y la comunidad. Las formas
de medir la eficacia de los tratamientos incluyen el funcionamiento de la
persona a nivel laboral, legal, familiar, social y su condición médica y
psicológica.
Se ha comprobado que la terapia conductual individual y la terapia ocupacional son tratamientos eficaces en los pacientes con
trastornos por consumo de alcohol y otras drogas. Se mencionado también en la
literatura la conveniencia de utilizar la terapia de grupo y así como la
terapia familiar, como estrategias específicas de tratamiento con menor coste
en el caso de la terapia de grupo, y como intervenciones adicionales al
tratamiento individualizado en el caso de la terapia familiar.
En estos casos, lo que se ha demostrado es que
para mejorar la recuperación del paciente no solo hay que atacar el problema de
la adicción, sino hay que lograr una conexión con la persona para lograr
comprender su entorno y poder mejorar el problema desde un punto de vista
integral, no solo focalizado en la adicción si no en encontrar las posibles
razones por las que existe la misma y tratar de lograr una mejora no solo en la
materia de la adicción si no en una mejora en la vida misma. Es por ello que
las terapias en las cuales se trata al paciente como un todo y no solo como una
persona adicta han demostrado ser más eficientes, logrando que la persona pueda
comprender el problema, generando conciencia para lograr una rápida
recuperación.